Sorprendentemente, muchos de esos periódicos consiguieron seguir informando en los días siguientes a la catástrofe. Aunque reducidos a unas pocas páginas, servían de cuerda de salvación a los miles de familias desplazadas por todo Japón, en busca de información fiable en medio de tan terrible tragedia.
Se nos contó que numerosos portales informativos abrieron sus muros de pago para permitir a la población el acceso a las últimas noticias y servir de plataforma de contacto entre la gente.
Historias similares nos llegaron de nuestros colegas en Nueva Zelanda tras el terremoto del 21 de febrero en Christchurch, una tragedia algo olvidada por los medios después de los acontecimientos en Japón.
En ambos países, los periódicos y las empresas mediáticas han aunado fuerzas para ofrecer información valiosa a la población en tan difíciles momentos y, al menos, resulta tranquilizador saber que la mayoría de las editoras de las zonas afectadas ya tenían planes de emergencia y que, cuando estos fallaron, no dudaron en colaborar con los que habían sido sus más fieros competidores.
Los acontecimientos recientes nos han mostrado el enorme impacto emocional de los medios impresos y electrónicos: nunca olvidaré las imágenes de gente evacuada haciendo cola para conseguir su ejemplar de cuatro páginas un día después de la tragedia, tampoco las personas buscando algún rastro de sus seres queridos a través de los medios sociales.
Queremos expresar nuestros más sinceros sentimientos a nuestros colegas, y sus familias, en las regiones afectadas.
